Medusa de Caravaggio 1595-98
Llevo varios días dándole vueltas al tema de la libertad de expresión. Escribiendo y reescribiendo textos que no llegan a convencerme, en parte porque es un tema delicado y en parte porque no me siento con formación filosófica y de conocimiento legislativo para poder abordarlo con propiedad. Sin embargo, pensar con imágenes siempre ha sido lo mio, y una imagen aparecía de manera recurrente en mi cabeza.
Si tuviera que poner una visual a lo que se apela como libertad de expresión a día de hoy creo que sería La Medusa de Caravaggio, congelada ante el horror de su propio reflejo que lejos de parecerse a la libertad, es más bien una turba descontrolada de serpientes amenazantes.
Luego, como era de esperar, recordé el cuadro de Delacroix "La libertad guiando al pueblo" (1830) - ese que saca una cierta sonrisa irónica a los de estudios visuales en cuanto ven las fotografías de Rosenthal en Iwo Jima -.
La Liberté guidant le peuple - Eugène Delacroix (1830)
Me preguntaba si era posible que hubiéramos pasado de ver la libertad como ese ideal de belleza revolucionario, para pasar a ser el depósito de todos los improperios irreflexivos que surcan el cosmos de las redes (a)sociales, estos y también otros días.
Es decir, me pregunto porque se apela a la libertad de expresión para demandar un derecho a decir barbaridades y no se esgrime jamás como una responsabilidad. Responsabilidad, sobre todo, de ejercer el aparentemente incómodo ejercicio de pensar – preferiblemente antes de hablar, pero no hay que ponerse exigentes -.
El ejercicio de la libertad no es la libre circulación del improperio, sino un proyecto personal que se conquista con constante y difícil empeño de asumir la responsabilidad individual en el colectivo - recomiendo encarecidamente leer a Erich Fromm hoy, mañana y siempre -.
Por otro lado, en mi repaso a grandes obras de la pintura para tiempos de conflicto pensaba en La balsa de la Medusa de Gericault 1818-19, conocido y polémico naufragio que llegó a ser noticia internacional. Y por primera vez me descubría a mí misma haciéndome la pregunta de si semejante tragedia se había dado por la mencionada incompetencia del capitán o quizás también en parte porque, entregados a la locura y el canibalismo, en esa balsa finalmente no remaba ni dios.
Es decir, dada ya la situación de ser náufragos ¿queremos terminar a lo "¡Viven!" o vamos a intentar remar a puerto?
La Balsa de la Medusa. Théodore Géricault. 1819-19
Termino esta libre asociación de referentes con un salto a la palabra escrita, ya que me ha dado mucho últimamente por citar Romeo y Julieta de Shakespeare – que igual no iba de un par de adolescentes enamorados sino del poder virulento y destructivo del odio –. Y lo dejo con una frase: Here's much to do with hate, but more with love.
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