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El acto poético: sobre especies, AI's, el desierto mongol y lo inútil.

Actualizado: 10 oct 2022

Discutía intensamente con mis alumnas/os/es sobre las inteligencias artificiales y como no podíamos verdaderamente encontrar algo que no pudieran hacer mejor que los humanos - o simplemente también - las AI's.

Lo mecánico ni lo discutimos, serían grandes cirujanos; pero surgía la pregunta de si serían capaces de un pensamiento original – contando con que sepamos exactamente a qué nos referimos con eso y que nos importe -. Yo no dudo que una AI podrá en un momento dado escribir un paper sobre estética mucho más interesante de lo que jamás se me ocurriría a mí, con mejores conclusiones gracias a su infinita capacidad de aprendizaje y cruce de datos; y si, por qué no, una hipótesis original - que para eso es un cerebro, construido, pero cerebro al fin y al cabo -. Hasta aquí la partida está ganada y a mi, que no creo en el valor de la originalidad, en la sacralización de la autoría o en la imperiosa necesidad de defender la especie humana, no me parece del todo mal. ¿Serían capaces de las emociones? Si, por qué no. Las emociones son parte del aprendizaje, y aunque no nos guste reconocerlo, son parte de un sistema complejo que trabaja para su perfeccionamiento y autopreservación. Si, el amor, el deseo, el dolor, sirven para la supervivencia de la especie. Pero,


-

Si

, hay un

pero

... el único

pero

que en lo que

a mí respecta

es lo

que merece la pena de estar

vivo


Pero, entonces: ¿serían capaces de un acto poético?

La vida de nuestra especie, tal y como yo la comprendo, solo merece la pena, si conseguimos alguna vez realizar uno de esos actos profundamente inútiles y por tanto poéticos.

En realidad, este pensamiento surge como continuación a mi escrito a raíz de la muerte de Godard, que me había hecho saltar de la cama y desear ser Werner Herzhog caminando a París para “salvar” la vida de Lotte Eisner.


En Desert Dream (Hyazgar, Zhang Lu, 2007), un nómada Mongol decide imponerse la titánica responsabilidad de frenar por si solo la desertificación de la estepa a base de plantar, uno a uno, pequeños árboles a mano.

Su esfuerzo es tan dolorosamente inútil que ha quedado grabado en mi memoria como el acto poético total para salvar el planeta.




Este gesto me recordaba también lo que escribí hace años sobre los delicados rituales de cuidado a la naturaleza que conocí en Sri Lanka, donde devotos budistas colocan minúsculos y frágiles palitos de madera para dar sustento a gigantescas rocas en un "equilibrio comprometido". Algo asi como intentar que David proteja a Goliat.



La capacidad que tienen de conmoverme estas acciones - de Herzhog, de budistas o de esta ficción mongola - me hizo reflexionar sobre estos gestos como único motivo para reconsiderar sobre la imperativa necesidad de nuestra especie.

Eso es, la existencia del ser humano merece la pena cuando es capaz de realizar estos absurdos, totalmente improductivos, inútiles e incapitalizables actos poéticos. Gestos, movimientos, ideas que su única motivación es inspirar. Inspirar a otros como hacen:


Herzhog caminando a Paris,

hacer cumbre,

crear el cianómetro;

escribir - para mover el lápiz, sin decir nada gracias Javier -;

frenar el desierto con las manos

o


¿Para qué? Para nada. Para absolutamente nada, y de ahi su profunda belleza, subversión e imprescindibilidad. Hacer algo inútil,imprescindible, conmover, inspirar. Hacer un verso y volar bajo, que diría Cyrano de Bergerac. ¿Hacer algo útil? Para qué. No, gracias.





Mapa para caminar de Madrid a Paris, Primera página del libro "Caminar sobre hielo" de Wener Hezhog, Fotografía de la primera flor crecida en la ISS, Ritual de Sri Lanka, Estudio de Masano Abe en 1933, Cianómetro




"Al percibir la sutil utilidad de lo inútil,

el ser humano entra en el reino del arte"

(Ceremonia del té. Kakuro Okakura citado por Nuccio Ordine).


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