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Each city receives its form from the desert it opposes. Dajla

Actualizado: 12 jun 2020

Each city receives its form from the desert it opposes. With this statement Italo Calvino closes his "Despina" of "The Invisible Cities", and begins one of those phrases that remains tattooed on ones personality. It may be because I'm reading about deserts, or writing about the deserted image, or actually facing the desert that shapes me, but I can't stop recalling my days and nights in Dajla.

Alike my time in India, my stay in the Dajla refugee camps in Algeria was possibly one of the most unique and formative moments of my life.

And once again, images failed me - or the aim to take them anyway - and I got closer to words.

From the Algerian Dajla I am left with horizons so far that the sunset was a never ending event, the intense heat so thick that moving around during the day was the task of a Titan, soldiers holding hands as a compass, depositions in random places squatting and protected by long djellabas; Spanish passports forgotten in a conflict that has lasted more than forty years - and keeps going on nowadays -, the evening air moving the double ceiling of the haima, the ritual of tea - first bitter as life, second sweet as love and third soft as death -; friends - some who are no longer with us-, others who are but no longer are, ... a true display of emotions that has to do with family and warmth.

That's what one brings back from Dajla and stays with forever: a sense of family and belonging that embraces you in a way that is difficult to explain - even more when it is not precisely an easy or confortable experience in your day to day life -.

That night Sylvie stated that we should all sleep outside the Haima. It was a full moon night and the expected cold that attacks the desert at dusk was nowhere to be found.

He took out a rug and extended it on the floor right outside the tent. He invited us to lie on it. My friend Valerie and a little girl who had sneaked in from the Haima next door went to sleep, I lay down next to them wide awake - I didn't want to miss a second -.

To my surprise, Sylvie did not recline on his side as he did when we had tea during the endless hours of the afternoon, but instead he sat upright, like a lion protecting his offspring, observing the endless steppe.

To me, that night Sylvie resembled the Cheops pyramid. Although having a extremely slim complexion, his posture gave him the scale of a monument.

As always in perfect moments, the camera just doesn't make sense. I speared just a second reluctantly which resulted in a noisy, useless, out of focus image -. Nevertheless, I never intended to capture the indescribable sense of home that overwhelmed me, but only to preserve something from that moment, which I knew it would be unique, ephemeral and unrepeatable.

To my knowledge this days, that night the moon and Sylvie fairly challenged one another as to whom was to brighten the desert night.

You can meet them here: https://www.martinezlola.com/sahara


ES//

Toda ciudad recibe su forma del desierto al que se opone. Con esta frase Italo Calvino cerraba su "Despina" en "Las ciudades invisibles", y comenzaba una de esas frases que se quedan inscritas como tatuajes en la personalidad de cada uno. Será por qué estoy leyendo sobre desiertos, o escribiendo sobre la imagen desertizada, o enfrentándome al desierto que me da forma, pero el caso es que no dejo de recordar mis noches en Dajla.

Al igual que mi paso por India, mi estancia en los campos de refugiados de Dajla en Argelia fue posiblemente uno de los momentos más formadores e irrepetibles de mi vida.

De nuevo y una vez más, me fallan las imágenes y me acerco más a las palabras - igual al final equivoqué la profesión -.

Del Dajla argelino me quedo con horizontes tan lejanos que la puesta de sol no terminaba nunca, el intenso calor tan espeso que moverse durante el día era tarea de titanes, militares de la mano como brújula para no perderse en el infinito, deposiciones en lugares aleatorios en cuclillas protegidos por largas chilabas, pasaportes españoles olvidados en un conflicto que dura ya más de cuarenta años, el aire del atardecer moviendo el dobletecho de la jaima, el ritual del té - el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte -; amigos - algunos que ya no están -, otros que están pero ya no son,...un auténtico despliegue de emociones que tienen que ver con la familia y la calidez.

De eso es de lo que se queda uno de Dajla, con esa sensación de familia y pertenencia que te abraza de una manera que es difícil de explicar - y más aún difícil de entender, cuando es una experiencia que se te atraganta tanto en tu vida cotidiana, pero que a veces resulta tan fácil con perfectos desconocidos -.

Esa noche, Sylvie dijo que no se dormía dentro de la jaima. La noche era de luna llena y no hacía el frío típico que ataca al desierto al caer el día.

Sacó una alfombra que posó en el exterior y nos invitó a tumbarnos sobre ella. Mi amiga Valerie y una pequeña que se había colado de la jaima de al lado se echaron a dormir. Yo me tiré a su lado a mirar el cielo nocturno - muy despierta, no quería perderme ni un segundo -.

Para mi sorpresa, Sylvie no se tumbó de costado como hacía cuando

tomábamos el té durante las largas horas de la tarde, sino que se sentó erguido, como un león protegiendo a su prole, observando la estepa.

Esa noche para mi Sylvie era la pirámide de Keops, su postura - aunque de complexión extremadamente delgada - le daba la envergadura de un monumento.

Como siempre en los momentos perfectos, la cámara no tiene sentido, le dediqué solo un segundo - sin ganas, con ruido, sin foco, la imagen no salió -. Nunca tuve intención de fotografiar ese instante sino solo de conservar algo de ese momento, que sabía sería único e irrepetible.

Esa noche, tengo la impresión de que la luna y Sylvie se debatieron el puesto de alumbrar la noche del desierto.


Podeis concerles más aquí: https://www.martinezlola.com/sahara



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